miércoles, 25 de abril de 2018

Pregunto

¿Cuántas veces a la semana debo sentirme miserable?
¿Cuántas veces en el mes debo querer morir?
¿Cuántas veces en mi vida me sentiré abandonada?
¿Cuántas veces estaré en una lista sin ser seleccionada?
¿Cuántas veces me dejaré engañar?
¿Cuántas veces dejaré de dormir?
¿Cuántas putas y malditas veces dejaré que otros me manden?
¿Cuántas inaguantables veces debo llorar?

Estoy cansada de estar feliz y después toda la tristeza se me viene encima y no logro despertar con una cara amable o simplemente no logro despertar a tiempo.
Este período de tiempo ha sido sin duda el peor de mi vida, tomé demasiadas decisiones malas y me dejé arrastrar a caminos que no quería recorrer; lo pienso todo el tiempo y tal vez mi mejor y peor decisión haya sido dejar mi ciudad y estudiar en una universidad que estrategicamente no me acepta porque no encajo.
Ya me cansé de ocultar todo, sé que nadie lee esto pero me es preciso sacar todos estos pensamientos que no me dejan dormir y hacen que mis lágrimas salgan sin dar cabida a un pañuelo.

Extraño a mis papás, no los de ahora, extraño a mis papás de antes, aquellos que me abrazaban a diario y me ayudaban a luchar por mis sueños, aquellos que no me permitían salir de casa, extraño que no me permitiesen salir de casa ¿Por qué estoy en este maldito lugar ahora? Extraño mi casa, mi cama, el baño viejo y sin puerta, extraño los pisos de tierra y el lavadero viejo de piedra que tenía que repararse, extraño la sonrisa de mi perro y las peleas con mi hermana ¿Por qué se debe crecer y tomar decisiones? Todo tiene consecuencias y las mías no me dejan dormir, mi cabeza busca soluciones fáciles y siempre termino con la idea de querer cortarme, pero soy muy cobarde y no lo hago; solo me acuerdo de ese día que la tos no podía dormir y mamá me abrazaba, papá iba a la droguería y mi hermana se quejaba de la luz. Lo siento Ian, pero extraño mi pasado feliz.

Extraño a mi antigua yo, esa niña que se esforzaba demasiado por las notas y estar bien en el colegio, que sin amigos era feliz y cuando empezó a tenerlos se sentía una tercera rueda, siempre he sido la tercera rueda. En mi familia soy la rueda del medio, la que salió de casa y tal vez nunca regrese. Con mis amigos soy la que nunca tiene nada, a la que siempre se está quejando y tiene hambre. Antes era la niña gorda y nerd del salón que a pesar de no estudiar sacaba buenas notas, ahora trato de pasar un examen mediocremente o no estudio las cosas que debo, como ahora, porque las lágrimas siempre tenderán a salir de mis ojos primero que otra cosa.

Extraño a mi perro y a las gatas que intenté matar, la desesperación que tenía por no dejarlas en la calle me llevó a ese punto y aunque no es correcto, sabría su fin y no como ahora que no sé que habrá sido de ellas. Ahora no puedo tener animales ni tocarlos, los perros de seguridad son agresivos y siempre están con alguien que no te deja tocarlos, los perros de la calle están con indigentes y los perros de las personas refinadas es mejor no tocarlos, con esa gente nunca se sabe.

Extraño demasiadas cosas del pasado que me dan ganas de morir para no tener que recordar más, mis venas se ven demasiado y me da miedo cortarme y las pastillas son demasiado caras. Me levanto cada mañana sabiendo que debo hacer las cosas que ya no quiero hacer y sigo cumpliendo unos sueños que ya no quiero cumplir. En resumidas cuentas, realizo cada día un proyecto de vida por el cuál dejé las cosas que amaba y hoy quiero retornar sin poder hacerlo.

Vida, cruel vida. Cuando digo esto me dicen que madure, ¿Por qué hacerlo si mi cuerpo ni siquiera sabe qué es eso?

Soy una niña con sentimientos de niña y responsabilidades de adulto.
Me encantaba ser la niña amargada, ahora soy la niña triste.


LS

1 comentario:

  1. No sé cómo pude llegar a tu blog y encontrar tanta afinidad en las palabras de alguien que ve la vida de una forma tan real que asusta. Siempre pensé que solo yo veía las cosas como son en realidad, problemas, desigualdades, frustraciones y como eso puede tener tanto poder sobre mí y en la forma de ver y vivir la vida.
    En repetidas ocasiones hablas de ese sentimiento que te invade de ponerle fin a algo que no le encuentras sentido, idea que a diario pasa por mi mente, pero a diferencia de ti, yo tengo un mezcla interesante de sentimientos como el temor y sobre todo un constante cargo de conciencia, el cual me hace desistir siempre debido a que soy consciente que esa decisión tendrá repercusiones en mis seres queridos, ese contra a su vez se ha convertido en un pro para ellos, ha evitado que adelante lo inevitable y que simplemente me levante cada día con la esperanza de un futuro menos tenso, poniendo sobre mí una venda imaginaria, la cual solo me permita ver el presente y tratar de ignorar todo a mi alrededor, es como una especie de BLINKER (Soporte que le ponen a los equinos para que no puedan ver a su alrededor).

    Luego de la anterior catarsis y de escribir esto varias veces tratando de poner en orden mis ideas, no te voy a decir lo que todo el mundo nos dice cuando creen que deben dar palabras de apoyo, ya que aunque nunca voy a comprender por lo que pasas, si he podido sentir afinidad en muchos aspectos que compartes, de todo esto lo único que podemos hacer es no desistir y seguir intentándolo, buscar una motivación externa si la propia no lo hace, en mi caso encontré que debo seguir luchando por el bienestar de quienes ven en mi aun ese niño curioso, inquieto y despreocupado de hace un buen tiempo, esos pocos que aún creen en mí, ellos han sido ese lazarillo que han tratado de dar soporte a un camino complejo, que aunque no lo hacen más fácil, si logran que continúe.

    Perdón por tomarme el atrevimiento de escribirte, solo era algo que quería hacer.

    “Yo tampoco sé cómo vivir, estoy improvisando”

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