miércoles, 26 de julio de 2017

Cavilando

Acabo de cumplir dieciocho años y mi depresión aún no se va, tampoco la ansiedad que me genera procesos simples como inscribir horarios y esa seguridad que por períodos de tiempo me llega. Son las cinco y treinta y cuatro de la mañana. No he dormido nada. Estoy aquí malgastado mis ojos frente a un aparato que no me hace feliz y me recuerda lo sola que podría estar hoy, mañana y siempre.

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